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Foto del escritoriván sousa

Carme Pinós. La Arquitectura siempre debe caminar hacia la luz

Actualizado: 2 abr 2023





Dentro del amplio espectro de profesionales que abunda cual vomitorio en la Arquitectura, en esta profesión tan elitista y megalómana en la que nos movemos, hay personas que merecen una parada de reflexión ya no solo por su trabajo diario sino por la filosofía que imprime la esencia de su profesionalidad ante la profesión de hacer hogares residenciales, administrativos y demás edificaciones.

El caso de Carme Pinós es singular en la escena arquitectónica española reciente. En la efervescencia de finales de los ochenta y primeros noventa, cuando el país redefinía su imagen pública e institucional a través de la Arquitectura, irrumpió como un trueno formando tándem con Enric Miralles, prematuramente fallecido en 2000, que entonces era su socio. El impacto de la dupla Miralles & Pinós, comparable en el ámbito español al que años antes tuvieran en Estados Unidos las primeras obras de Gehry, se basaba en una inconfundible caligrafía arquitectónica nerviosa y expresiva, adaptada a la topografía y naturaleza y llena de sabor mediterráneo, que no tenía precedentes.

Pinós abrió su estudio en solitario en 1991 e inició una trayectoria nueva que, sin renunciar a las raíces de su etapa anterior, las reformuló.

Sus obras hablan por ella misma. La cripta de la memoria El cementerio de Igualada (1985-1991) o las instalaciones de tiro con arco en los Juegos Olímpicos de 1992 llamaron enseguida la atención de una crítica internacional que seguía con interés lo que pasaba en España y, sobre todo, en Barcelona. “Enric me abrió los ojos, él fue el espejo en que me miré– dice Pinós. Me enseñó a ser ambiciosa en el buen sentido de la palabra”. Miralles venía de un entorno más urbanita, y ella, que mientras estudiaba ayudaba a su madre a gestionar la finca agraria de la familia en Balaguer (Lleida), aportó la sensibilidad hacia el paisaje presente en aquellos ocho proyectos y determinante en los posteriores.

Dos distorsionantes perspectivas fusionadas con un estilo muy transformador. Los proyectos con Miralles se han agrupado en una emotiva visión de sus viejos planeros clausurados que los contienen y que Pinós no ha vuelto a abrir desde entonces– entre grandes fotografías de época en blanco y negro. Una suerte de cripta a media luz, un poético santuario de la memoria desde el que una rampa conduce a la obra en solitario.



Del lenguaje al concepto “Yo no ando con vocabularios, yo ando más bien con filosofías. No tengo un lenguaje que impongo, sino una filosofía con la que respondo”, proclama Pinós a modo de divisa. Si la obra con Miralles se distinguía por una escritura formal exuberante y reconocible al primer vistazo, los proyectos en solitario responden a otra estrategia. Ahora se trata de encontrar una idea básica que permita a la vez resolver el programa, expresarse en la estructura y dialogar responsablemente con el contexto. Estación para la línea 9 de metro, 2010-2016, Barcelona. © Martí Llorens

El proceso de trabajo en el estudio es siempre el mismo: “Primero hago un croquis hasta que doy con una solución. Luego lo paso al estudio y lo dibujamos todo a lápiz metiéndolo en medidas y empezamos a trabajar con maquetas. Al final, trabajamos mucho con 3D”. Pinós aprecia la importancia del trabajo manual en el proyecto, tanto con dibujos como con maquetas. “Yo no pienso en términos de planta o sección; represento a través de plantas y secciones, pero pienso en términos espaciales y de estructura”. Interesante visión de la automatización actual de la artesanía de crear proyectos de Arquitectura.

Viviendas de Protección Oficial en Vallecas, 2009-2013, Madrid.


En un panorama en el que los grandes estudios intentan consolidar una marca, Carme Pinós renuncia a esa noción convencional de estilo. Y lo hace viniendo de una primera etapa, la de los proyectos con Miralles, en que esa impronta formal era tan potente como seductora, lo que dota a su arquitectura de una rara autenticidad. Su concepto de la obra es reactivo, busca soluciones específicas para un programa y un lugar concretos sin imponerles un lenguaje precocinado. Evita el ruido, pero no renuncia a una sólida afirmación de su autoría. Para Pinós, “ser arquitecto con mayúsculas es saber que tu trabajo está incluso por encima del cliente, porque, con el tiempo, la propiedad puede cambiar, pero el edificio sigue allí”. Su sentido de la responsabilidad le hace ser muy consciente de que el arquitecto, para construir, primero debe destruir, arrancar árboles, modificar el paisaje y el espacio urbano, y eso no puede hacerse en van

Crematorio en el Cementerio de Igualada, 2014-2016, Igualada, Barcelona. © Jesús Arenas Mesa

Igualada El cementerio de Igualada, terminado en 1991, fue la obra que consagró a Miralles & Pinós y uno de los grandes hitos de la arquitectura española contemporánea. A esta honda reflexión arquitectónica y poética sobre la vida y la muerte le puso 25 años después Carme Pinós un colofón a la medida: el crematorio. Situado en un montículo sobre el solemne y vibrante corredor de nichos de hormigón del cementerio, es un espacio abierto por ambos lados, como le gusta siempre a Pinós. Por uno, mira hacia el parque de nichos enterrados, como rindiéndole homenaje –desde él, sin embargo, no se ve el nuevo edificio–; por el otro, se asoma a la naturaleza circundante –otra vez la vida y la muerte–. El volumen se resuelve con dos pliegues de hormigón levemente posados sobre la tierra, un gesto amable que culmina la caligrafía expresiva del cementerio con otro acento. Torre de oficinas Cube, 2002-2005, Guadalajara (México).


Una torre bioclimática en México Este país latinoamericano es uno de los escenarios clave en el despegue internacional de la carrera de Pinós, y esta ha sido hasta el momento su obra más determinante allí. La arquitecta separa el núcleo macizo central habitual en los rascacielos, que contiene las comunicaciones verticales e instalaciones, en tres, liberando el hueco central a modo de gran patio de luces. De ese modo, cuelga los tres cuerpos de oficinas a las distintas orientaciones permitiendo en todos ellos las ventilaciones cruzadas que, en el clima benigno de Guadalajara, permiten prescindir del aire acondicionado. Torre de oficinas Cube, 2002-2005, Guadalajara (México).

El cerramiento se hace con celosías de madera que regulan la entrada de luz, soslayan la frigidez tecnológica de los rascacielos corporativos, aportan ligereza visual y estructural, forman pasillos de mantenimiento y generan una circulación vertical de aire que refresca los vidrios de la fachada. Una torre bioclimática sin alharacas tecnológicas, basada en el sentido común, que subvierte en buena medida la rutina tipológica del rascacielos y se relaciona elegantemente con el suelo mediante una escalera monumental de acceso a la medida de la escala de la ciudad. Centro Cultural Caixa Forum, 2008-2014, Zaragoza. © Simon Garcia / arqfoto


a puerta y un hito urbano Situado entre el casco antiguo de Zaragoza y un barrio popular antaño separados por las vías del ferrocarril, ahora enterradas, Pinós afrontó la demanda de hacer un edificio de uso cultural que, a la vez, funcionara como arquitectura emblemática. Desde el principio, decidió levantar el edificio del suelo para convertirlo en una puerta, un volumen escultórico y rotundo que dejara pasar el espacio urbano por debajo. Una puerta donde antes había una barrera infranqueable. Las dos grandes salas de exposiciones que pedía el programa son dos piezas desplazadas y suspendidas, colgadas de los muros de hormigón mediante grandes jácenas metálicas, de forma que en el paso de una a otra uno puede disfrutar de las vistas de la ciudad como quien toma un sorbete para cambiar de sabores entre plato y plato. La escala se rompe con el vestíbulo, que da continuidad al espacio urbano, y el jardín bajo la cota cero, que relaciona con el exterior el auditorio semienterrado. Las planchas perforadas de aluminio de la envolvente diluyen la masa escultórica de los volúmenes formando dibujos orgánicos, y la disuelven en la luz por la noche al retroiluminarlas. La estructura, visible en el restaurante superior, contiene una vez más la idea matriz del edificio. Escuela Massana de Arte y Diseño, 2006-2017, Barcelona.


Una plaza dinámica y descentrada La plaza de la Gardunya se levanta sobre un espacio residual ocupado por un aparcamiento, entre la espalda del Mercado de la Boquería, en Barcelona, y el antiguo Hospital de Santa Cruz. Pinós se propuso modificar la geometría rectangular y burguesa del espacio utilizando para ello las dos nuevas construcciones que debían emplazarse allí: la nueva sede de la Escuela Massana, un centro histórico de formación de diseñadores y artesanos en la Ciudad Condal, y un edificio de viviendas, a los que se añadió después la reforma de la fachada del mercado, realizada también por el estudio. La escuela se dispone en uno de los lados menores como un edificio singular. Se trata de dos piezas que rotan una sobre otra, de manera que se crean intersticios que permiten proyectar terrazas hacia el exterior y organizar entradas distintas para los diferentes usos. Dentro, el espacio se organiza en torno a un gran atrio inundado de luz y atravesado por escaleras a modo de pasarelas. La rotunda presencia del edificio, con su piel de cerámica rojiza, es un telón vibrante para la nueva plaza, a la vez que se abre dando continuidad al espacio urbano, como un pasaje a través del atrio y la sala de exposiciones. Edificio de viviendas La Gardunya, 2006-2017, Barcelona.


En el lado opuesto, el edificio de viviendas se fragmenta. No solo la plaza queda así configurada como un espacio variado y dinámico, sin un centro que lo absorba todo, sino que se estudian cuidadosamente las perspectivas desde las calles y plazas adyacentes. El ritmo de las fachadas se pauta proyectando los salones en forma de cajas salientes, mientras que las habitaciones se acusan mediante huecos recortados sobre el plano blanco. Sin renunciar a su identidad moderna, el edificio se inserta respetuosamente en el caserío y la imagen de la ciudad existente. Vivienda unifamiliar en Vallcarca, 2003-2010, Barcelona.

Contexto y contraste Esta vivienda unifamiliar ocupa la parcela de tres viviendas entre medianeras en estado ruinoso situadas en un pasaje histórico protegido. El reto estaba lleno de dificultades porque los volúmenes existentes no permitían iluminar ni ventilar adecuadamente los espacios. La opción fue diseñar una pieza enteramente nueva, con una planta más, que permitía alinear la casa con las cornisas del vecino edificio modernista de ladrillo y a la vez ganar un patio lateral a cuenta del crecimiento en altura.

Vivienda unifamiliar en Vallcarca, 2003-2010, Barcelona.


El patio permitió hacer llegar la luz hasta el fondo de la parcela, mientras que se abren generosas terrazas en las habitaciones. La audaz articulación de la fachada en planos de hormigón contrasta vivamente con la finca vecina, pero se integra en el entorno de esta forma paradójica.

Un accidente del paisaje Desde 2014, la Fundación Naomi Milgrom dona a la ciudad de Melbourne un pabellón diseñado por un gran arquitecto internacional. Se trata de pequeños espacios destinados a usos culturales y al encuentro de los ciudadanos. Pinós realizó el de 2018, pero no fue capaz de concebirlo hasta que no visitó el emplazamiento en los Queen Victoria Gardens. La presencia de tres montículos le sugirió esta estructura de dos planos plegados a modo de origami, uno de cuyos extremos se posa en cada uno de los montículos, que a su vez forman las gradas para el público. Pabellón temporal MPavilion 2018, 2017-2018, Melbourne.


La arquitecta insiste en que no se trata de “un elemento colocado sobre el territorio, sino que debe percibirse como un accidente que surge de él, como los árboles o la topografía”. Los planos están formados por dos celosías entre las que una placa de policarbonato impide que la lluvia penetre, pero no que el usuario la vea deslizarse, igual que percibe el desplazamiento de las sombras a lo largo del día. Esta estructura abierta resume en una célula mínima su idea del espacio, que Pinós aprendió en la escultura de Oteiza: “Un espacio delimitado, pero no cerrado, que siempre se escapa, que puede recorrerse libremente, por el que siempre es posible caminar hacia la luz en cualquier dirección”.


Lo podemos notar, es una gran Arquitecta.

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