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Foto del escritoriván sousa

El escondite del espía. Rascacielos en Nueva York

Actualizado: 19 nov 2024


Si.....es un rascacielos.

Un rascacielos sin una sola ventana en pleno corazón de Nueva York. Parece surrealista, pero existe y está en el número 33 de Thomas Street.

Lo primero que te preguntas cuando lo ves es: ¿Qué ocurrirá en el interior de este tenebroso edificio?.

La construcción, conocida como Long Lines Building, fue diseñada en 1974 por el arquitecto de San Francisco, John Carl Warnecke. Este personaje, muy cercano al gobierno de Kennedy, fue también el encargado de diseñar el mausoleo del fallecido presidente. No obstante, ninguna de sus edificaciones es tan misteriosa como este rascacielos.

Estamos hablando de un estilo Arquitectónico que influyó décadas de deconstrucciones y antiestética y funcionalidad con nombres propios y autores para el olvido.


Antes de hablar de este mamotreto sin ventilación ni iluminación natural voy hacer una breve exposición de lo que es el tal llamado BRUTALISMO,dificilmente desprendible del ideario monotema de la Arquitectura Pública actual.


Las bases y las teorías que fundamentan el panorama actual arquitectónico se basan en la revolución de pensamiento que se produjo fruto de lo que llamamos movimiento moderno. La fluidez de la información, la sociedad de consumo y el capitalismo favorecieron una proliferación de un estilo global del que actualmente es difícil desprenderse. Anteriormente las influencias arquitectónicas sobrepasaban fronteras de forma muy limitada. El Renacimiento tardó en llegar a España, más de medio siglo desde que se produjeran las primeras expresiones en Italia. De la cúpula de Brunelleschi de Florencia hasta el Palacio de Santa Cruz de Valladolid pasarían más de 70 años. Además, el Renacimiento no tuvo influencia mayor a Europa Occidental.


Sin embargo, el movimiento moderno apareció en un ambiente tecnológico e industrial que, aparte de influenciar en los sistemas y materiales constructivos, produjo un ritmo acelerado del flujo de información, sobrepasando los límites continentales. Bajo este paraguas del movimiento moderno se desarrollaron otras corrientes arquitectónicas, como es el caso del “brutalismo”.

El término “brutalismo” resulta disonante aplicado a la arquitectura. Según las definiciones de la Real Academia Española la palabra “brutal” se asocia a animales, irracionalidad o violencia. Los precursores de este movimiento arquitectónico aplicaron de motu propio una designación con diversas connotaciones negativas, lo que ha sido quizá el origen su estigma.

En la Arquitectura, el término surgió a través de un uso sarcástico de “Neo-Brutalismo”.

En este contexto vale la pena señalar que el sentido de la palabra brutalista fue desde el principio "negativo". Tanta fue la connotación negativa del término “brutalismo” que muy pocos de los arquitectos brutalistas aceptaban esta denominación. Este hecho crea un obstáculo a la hora de estudiar el movimiento, ya que es difícil clasificar los edificios como brutalistas si los propios autores se oponen a ello.

A esta animadversión por parte de los propios arquitectos se suma la impopularidad general de los edificios brutalistas.

Existen una gran cantidad de artículos en periódicos, blogs y revistas de reciente edición que abordan la temática del “brutalismo”. Se evidencia que el paso del tiempo crea sobre las obras un sentimiento de nostalgia, comenzándose a vislumbrar cierta belleza en esos edificios de aspecto imponente y feroz. Es por todo esto que la caracterización del “brutalismo” reviste cierta complejidad.

Fue el Arquitecto Reyner Banhan, mediante su libro El brutalismo en la arquitectura en 1967, el que sentaría ciertas bases teóricas y filosóficas del movimiento.

Se pueden determinar ciertas pautas que conducen a un patrón común en las teorías y las distintas expresiones arquitectónicas del “brutalismo”. La referencia que se repite es la sinceridad y honestidad constructiva. El elemento constructivo se muestra a través de su materialidad, sin revestimientos ni pinturas. La geometría, la volumetría o determinadas tipologías no están atribuidas de forma recurrente en todos los edificios brutalistas. Tampoco es el uso de un material específico, como el hormigón, el elemento característico. Es en la sinceridad constructiva donde aparece el nexo. El edificio muestra de qué está hecho y cómo está hecho. Desnudo, honesto, sincero y verdadero. Esto se traduce no solo en la expresión material esencial del elemento constructivo, sino también en el proceso que le ha dado forma (encofrados, juntas, soldaduras, ensamblaje). Se podría considerar de manera metafórica que el fundamento del “brutalismo” es el concepto filosófico de “verdad”. Una interpretación de la “verdad” que no se desarrolla a través del simbolismo geométrico de la forma, sino que se imprime mediante una ética basada en la transparencia constructiva del edificio.

Esta forma de acercamiento al proceso arquitectónico -formalizada y evidenciada por la sinceridad constructiva- aporta una dimensión filosófica al “brutalismo”, lejos de recursos estilísticos, formales o estéticos.

En definitiva, como recurso metodológico para clasificar los edificios brutalistas, se utilizará el concepto de sinceridad constructiva.

Se entiende formalmente tres aspectos:

1. Ausencia de revestimientos y pintura, mostrándose los elementos constructivos y materiales tal y como son.

2. Visibilidad del sistema estructural y sus componentes.

3. Materiales artificiales, propios de los usados en el movimiento moderno.

Estos son los patrones que han servido como objeto de estudio a lo largo de los años.


En este caso en concreto, el Long Lines Building, el rascacielos sin ventanas que está en pleno corazón de Nueva York de cara al público albergó supuestamente una de las compañías de telecomunicaciones más importante de Estados Unidos, AT&T. Pero, meses atrás, se publicó una investigación que indagaba sobre lo que verdaderamente ocurre detrás de su fachada de cemento.

Se llegó a asegurar que, en realidad, se trataba de una base de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés). “El rascacielos de Manhattan parece ser un lugar central usado para un polémico programa de vigilancia de la NSA que ha dirigido las comunicaciones de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y por lo menos 38 países, incluidos los aliados estadounidenses”, decían ciertas revistas sensacionalistas de la ciudad.


Pocos años antes, en 1994, The New York Times ya se adelantaba a esa conclusión, pues en uno de sus artículos, explicó que el edificio “podría formar parte de una gigantesca Red Mundial de Inteligencia, que recibe un promedio de 175 millones de llamadas telefónicas al día”.

Snowden también indagó en el edificio, al que nombra en clave como TITANPOINTE. En sus documentos, publicó que se trataba de “ un centro de monitoreo encubierto... utilizado para aprovechar las llamadas telefónicas, faxes y datos de Internet” o

“en su interior hay uno de los principales centros de datos de AT&T en el país. Se trata de la sede del Security Research Center de AT&T, es decir, un centro de investigación en ciberseguridad” Además, “la empresa Verizon ocupa parte del inmueble para guardar su equipamiento”.


En cualquier lugar, el Long Lines Building, es descrito como una de las construcciones más seguras de EE.UU., algo de lo que muchos técnicos tienen dudas, pues “se trata de un lugar en el que entra gente constantemente, se organizan eventos, vienen grupos de estudiantes de visita muchas veces... Así que de edificio super secreto tiene poco”.


En todo caso, lo que Warnecke quería era que, si se daba el caso, fuera capaz de soportar un ataque nuclear.

Mide 169 metros de altura, consta de 29 pisos y posee una estructura que permite proveer suficiente comida, agua y combustible para sostener a 1.500 personas durante dos semanas.

En su interior hay un pozo de agua potable y comida tipo astronauta en paquetes secos, además de tener su propio generador eléctrico. De hecho, tras el huracán Sandy, el Long Lines Building fue uno de los pocos edificios de Manhattan que tenía luz.


Pero el propósito principal de este rascacielos, cuando fue construido, no era el de proteger vidas humanas, sino el de crear una fortaleza donde salvaguardar ordenadores, cables y conmutadores. Pretendía ser uno de los refugios más importantes para la telecomunicación de la época; el mayor para procesar llamadas de larga distancia, y operado por New York Telephone Company, un subsidiario de AT&T.

En sus inicios, su diseñador quiso llamarlo Project X, pero acabó cambiando de opinión.

Su interior no recibe ningún tipo de luz natural y, de noche, resulta una sombra inmensa.


Al final, las películas se basan siempre en cosas reales, y desafortunadamente en este mundo que quiere abrirse a la luz siempre habrá mochilas negras y putrefactas diseñadas para atraer la oscuridad y lo más negro del alma del ser humano.


Los edificios hablan, nos cuentan cosas....hay algunos que no hablan y nos miran raro.

Este es uno de ellos, sin duda.



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