Facilitar que la economía española sea neutra en emisiones antes de mitad de siglo. Un texto que reconoce la necesidad de emprender políticas públicas de adaptación al cambio climático. Todo ello para promover la implantación de un modelo de desarrollo sostenible que genere empleo decente, articule instrumentos para atender a los colectivos vulnerables, favorezca ciudades y pueblos más habitables y saludables, fomente el desarrollo rural y proteja la biodiversidad.
Suena bien, ¿verdad?..pues se puede hacer. Es de todo conocido que se puede realizar. Hay medios y dinero para ello, otra cosa es que el sistema lo permita. Naturalmente cuando finalice esta etapa oscura de nuestras vidas.
Claro, hay que reflexionar una cosa:
Todo se puede hablar, negociar, establecer siempre y cuando no haya, como siempre, una deriva inércica proporcionada por la política negra e interesada lacaya del sistema establecido.
Regular las ayudas para obras de mejora de la eficiencia energética y la sostenibilidad de viviendas unifamiliares y edificios de tipología residencia colectiva.
Los principios bioclimáticos deben aparecer como un hábito en la construcción y no como una rareza o una excepción. Por eso se debe hablar de buenas prácticas y de buena arquitectura y no de arquitectura singular.
Todo gira en torno a un apoyo social y político. La sociedad va poco a poco concienciándose y concienciando pero el poder político sigue arrinconando algo tan sumamente importante como el sector edificatorio y el parque inmobiliario viejo y ineficiente que tenemos en este país.
Hay que tratar de justificar el empuje necesario para pedir más ayudas a la rehabilitación ecológica, por parte de las Comunidades Autónomas y por supuesto del Estado.
Se están haciendo cosas pero siguen sin ser suficientes en el marco técnico y de vivienda genérica.
Los indicadores energéticos edificatorios delimitan niveles de actuación deficientes en todo el parque inmobiliario estatal, habida cuenta no deje la autoridad competencial en la transformación ecológica.
La emergencia climática es uno de los mayores exponentes de la crisis civilizatoria que vive el ser humano. El consumo voraz de energía es causante de gran parte de las emisiones, pero también de muchos de los desaguisados ecológicos que protagonizamos. El acceso a los recursos energéticos fósiles, guardados por el planeta a lo largo de millones de años, ha supuesto grandes avances tecnológicos y sociales, pero también un poder de transformación del entorno sin precedentes. Tanto es así que en pocas décadas hemos extralimitado la capacidad de regeneración del planeta que habitamos, esquilmando recursos naturales y causando la extinción de especies a un ritmo inédito en nuestra historia.
Asistimos al mismo tiempo a una auténtica revolución de las energías renovables, pero el problema de fondo sigue siendo tabú. No es cuestión de cambiar unas tecnologías por otras, que también, sino que es necesario un cambio de paradigma, de manera de habitar el planeta, en el que el ser humano respete sus límites y sus ritmos. En materia energética, el Sol, el viento y otros recursos renovables, pueden ofrecer enormes cantidades de energía. Pero para aprovecharla es necesario la construcción de infraestructuras que requieren materiales cuyos recursos son limitados. Unido a este límite, cabe hacerse la pregunta sobre la necesidad de tanta energía, sobre todo si es derrochada, y qué actividades llevamos a cabo gracias a ella, especialmente si tienen impactos negativos en la biodiversidad o en nuestro entorno.
El calentamiento global del clima empieza a dar la cara, a mostrar sus primeros efectos, tal como viene advirtiendo la comunidad científica desde hace décadas. Las previsiones de los modelos climáticos se cumplen, aunque a un ritmo más rápido del esperado. Fenómenos meteorológicos extremos, anomalías en la temperatura, lluvias torrenciales, sequías, infraestructuras arrasadas por el viento y las olas.
Gracias o desgraciadamente al Coronavirus el clima se ha repuesto en un 25%, según expertos. Pero somo humanos y cuando esto se reponga seguro que volveremos al estado anteriormente impuesto, cuando esto sería una gran oportunidad e cambio de paradigma y de capacidad organizativa mundial.
Es una kimera, es evidente por ello abogo por la posibilidad de cambiar de nivel y llevarlo a una Utopía, como base de lucha y de imposición dulce pero sin pérdida de tiempo de la sensatez perdida durante tantos años.
Sigamos inyectando motivación a la sostenibilidad social, ecológica y económica.
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